Balenciaga: la elegancia del silencio y el ruido de la moda
#CosturaCinemática | Un viaje cinematográfico por la vida de Cristóbal Balenciaga: su genialidad, su hermetismo y el impacto político de su visión de la moda.
Con el televisor encendido Disney+ propone vislumbrar el misterio que rodea a los diseñadores de moda, este es el caso de Cristóbal Balenciaga. Dirigida por Aitor Arregi, Jon Garaño y José Mari Goenaga, la serie de seis episodios recrea con precisión la entrevista de Prudence Glynn, para The Times en 1971, para darle voz a uno de los reyes más silenciosos que la aguja pudo tener.
A diferencia de la actualidad, donde Balenciaga es ruido, problemas legales y estrategias en la era digital, la serie comienza de la forma opuesta: sin música, siluetas semejantes a las del New Look y la presentación de la primera colección de Cristóbal en 1937, en París.
Conocer al creador es casi tan importante como comprender su arte. La narrativa permite conocer no solo su obra, sino también su compleja personalidad. Una mirada inquietante a través de la cortina rosa de la maison es captada por la cámara. “No pienso salir”, dice el diseñador nacido en Guetaria. El minucioso camino de las tijeras y mangas rotas que un día cautivará a todo París comenzó con solo dos encargos y una carga simbólica marcada por las réplicas y la falta de personalidad.
La investigación y el vestuario son pilares fundamentales de la producción. La diseñadora de vestuario Bina Daigeler, nominada al Oscar por la película 'Mulán', y el figurinista Pepo Ruiz Dorado, con un equipo de 30 personas, logran una reconstrucción impecable del universo estético del couturier. Entre los personajes a destacar se presenta a Coco Chanel con una actitud ecléctica, perspicaz y en tono de superioridad en la sociedad textil junto con la denominada “cleopatra” de la moda, Carmel Snow.
Una sucesión de diálogos entre el francés y español manifiesta los dotes del diseñador español. Nuevas formas de hacer ojales, de repartir el peso entre el cuerpo y la tela o de integrar las mangas, según él mismo su gran obsesión durante su carrera.
Cada episodio introduce una frase que no solo interpela el clima de época sino también la importancia de un couturier en contraste radical con la actualidad donde el ultra fast fashion define el siglo XXI.
“Cristóbal es el único auténtico couturier entre nosotros: el resto somos simples diseñadores de moda”, Coco Chanel.
Las capturas de época muestran escenas como retratos de una cámara instantánea frente a las ventanas parisinas con vistas a la ocupación del régimen nazi y la imposición de un cambio en la industria textil. El crecimiento de Cristóbal es evidenciado ante las constantes inspiraciones españolas o momentos efímeros de creatividad, como colocarle un jarrón en la cabeza de la modelo, sinónimo de un gran sombrero.
La actuación de Alberto San Juan, personifica a un diseñador lleno de incomodidades y disgustos ante la socialización con la élite o las nuevas ricas del mercado. Gesticulaciones que permiten comprender el entramado mental de un artista que expone su arte sin necesidad de ser comprendido.
Una política interpuesta
La trama entre lo comercial y lo político comienza con planos generales de la Cámara Sindical de la Alta Costura con un letrero que indicaba los grandes nombres en participación. Dentro de su abanico histórico las posibilidades para contar el legado de Balenciaga permiten crear nexos directos a momentos puntuales históricos.
La historia escrita alude a una Segunda Guerra Mundial que amenaza la falta de telas, la imposición de una capital de la moda alemana y el peligro político del cierre de las casas más destacadas. Sin previo aviso, se recrea el desconcierto de uno de los momentos culmines de la serie: el cierre de la maison Balenciaga producto de un sombrero.
“Hasta un sombrero es política” ,
evidencia Nicolás Bizcarrondo, inversor de Balenciaga que aportó 100.000 francos, el 75% del capital total de partida. Una connotación directa: un artículo de moda también puede ser sinónimo de disconformidad.
La pieza audiovisual refuerza un imaginario en breves segundos pero con una moraleja clave. Una guerra finaliza. Los uniformes prohibidos abandonan su función para ser transformados en uniformes para niños y banderas transformadas en manteles. Los símbolos desaparecieron pero las telas no.
La antítesis de Balenciaga
El tercer capítulo de 50 minutos presenta a un personaje que marca, amplifica y diferencia a Balenciaga del mundo, Christian Dior. A diferencia de otra serie de moda como lo fue “The New Look” (de Apple TV) la timidez del diseñador es despojada y se presenta a un personaje mucho más carismático y comunicativo. Se crearon tantas versiones de Dior como vestidos.
Mientras Dior habla con sus clientas Balenciaga lo hace por medio de una ventana, un agujero o una cortina, es su antítesis. Mucho se sabe de las escasas imágenes que existen del diseñador y de las únicas dos entrevistas que concedió al periodismo. “A esto lo llaman revolucionario, a mi me parece lo mismo de siempre. Cintura avispa, mujer florero”, critica del diseñador español ante el lanzamiento del New Look en 1947.
Asimismo, el director construye un relato entre las intimidades de una marca y el impacto de la revolución externa. El consumo masivo, las copias, la creación de perfumes y las falsificaciones permiten llevar a la conclusión de que “Balenciaga nunca fue barato”. Givenchy es el próximo factor de la serie cuya representación se plasma en el punto culmine de Cristóbal: Prêt-à-porter.
Con las avenidas más conocidas del mundo como visualización de un problema, Balenciaga marca su disgusto con las réplicas donde apunta como en un juicio a la primera y última culpable: la prensa. Los bocetos que “incitan la piratearía” lo llevan a mostrar sus colecciones primero a sus clientas y luego al periodismo, un movimiento muy cuestionado en aquella época.
Costura Cinemática
Para finalizar las reflexiones de una serie que no solo es una introspección al diseñador sino a la industria de la moda se representa el tema del poder. La sinergia entre el deseo de un costurero y el de una empresa. Las colisiones parecen no ser tema de los noventa entre McQueen y Givenchy o Marc Jacobs y Bernard Arnault. Balenciaga también mostró el último hito de sus cadenas financieras. “No puedes tenerme atado de pies y manos, déjame hacer las cosas a mi manera”, palabras del diseñador a su socio, Nicolás Bizcarrondo.
Esa prisión textil es reflejo constante en el último capítulo donde Alberto San Juan actúa un personaje mucho más exhausto, lleno de controles indomables y narcisismo. Quería forzar cada vez menos la tela y lograr volúmenes insospechados. Los pensamientos y la trama es bien acompañada con las siluetas y desfile de las piezas creadas en cada década. Un figurín que no logró delegar tareas ni en su contemporaneidad ni a sus próximas generaciones.
El no podía vivir con la idea de que alguien más firmaría en su nombre. Las palabras del guión permiten esbozar criticas y opiniones sobre el diseñador, su vida y trabajo, libertades creativas. ¿Qué pensaría Balenciaga si observa a través de esa cortina las creaciones actuales que llevan su nombre pero que muchos críticos alegan nunca haberlas visto tan lejos de su esencia?